El arquero
El fuego lo rodeaba todo. El grito de los hombres. Tosió. No
podía ver nada. Los ojos le escocían. No podía creer que esa bestia del
inframundo pudiera existir. Había llegado como una exhalación y había
convertido todo en un infierno.
Una
flecha pasó rozándole la oreja, así que, de forma apresurada se agachó y se apretó
contra el recalentado muro de piedra. El color del muro estaba ahora empañado
por el hollín y la sangre. La sangre de sus amigos, de sus compañeros... ¡Basta!
No se iba a quedar esperando para que el maldito dragón lo asara como a un
cochinillo. Valle Oscuro era su ciudad pero no le debía la vida, ¿podría alcanzar
el puerto? Tiró el arco a un lado y con todas sus energías se levantó echando a
correr como alma que lleva el diablo.
Corría
de forma desesperada. Las calles estaban sembradas de cadáveres. Al parecer el
ejército de Aegon había logrado superar las defensas de las murallas, y sus
destrozos se hacían evidentes. En varías ocasiones tuvo que esconderse tras una
esquina para que no lo viesen. ¡Estaban por todos lados! Su preciosa
ciudad...toda la culpa era de ese Aegon...
Por
fin llegó al puerto pero lo que encontró allí fue aún más desalentador. Todos
los barcos estaban ardiendo. Se puso nervioso y casi empezó a llorar, tirándose
de los pelos con desesperación. Alzó la vista a la lejanía y lo vio. ¡El
castillo! Fuerte Pardo era su única oportunidad. Parecía intacto.
Llegó
sin aliento y logró atravesar el portón del castillo. Entró y de inmediato un caballero
lo alcanzó.
-
¡Eh, tú! – dijo señalándolo – Ven aquí.
Maldita
sea. Intentaba huir y ahora se encontraba en la explanada interior del
castillo, entre la puerta exterior y la interior, que daba a las dependencias
de Lord Darklyn. En total eran doce hombres. Para colmo le habían dado una
espada en lugar de un arco.
Una
sombra los oscureció. Y el dragón se materializó entre ellos. Era enorme ahora
que lograba verlo de cerca. Sobre él montaba un hombre. Iba recubierto por una
armadura de la misma apariencia que la piel de dragón. No se sabía donde
acababa uno y empezaba el otro. Tan solo se distinguía el yelmo dorado y rojo.
Era Aegon.
El
dragón abrió sus fauces y lanzó una temible llamarada de fuego negro. Alcanzó a
seis hombres que acabaron gritando envueltos en fuego, en apenas un instante.
Estaba petrificado. Incapaz de hacer nada mientras veía a los demás arder.
De
pronto Aegon saltó sobre la cabeza del dragón, aterrizando en el suelo limpiamente.
De manera tranquila desenfundó su espada y atravesó lentamente el fuego que
rodeaba al dragón. Parecía una visión temible venida para atormentarlos. Sus
compañeros se lanzaron en una acometida salvaje contra él. Limpiamente, con
movimientos ágiles, con la espada danzando a la luz del fuego, acabó con los
cinco en un abrir y cerrar de ojos.
Ahora
había fijado la vista en él. Sintió como la orina le corría por la pierna. Notó
una sombra detrás. Lo último que llegó a vislumbrar fueron las fauces del
dragón cerrándose alrededor de su cabeza. No pudo gritar.
Guau...
ResponderEliminarjeje ^^
Eliminarjajajajajaa que bueno sobre todo el final besos guapa soy mayte y feliz finde
ResponderEliminarGracias por comentar ^^
EliminarAhora ya estoy al día. Me encanta como mezclas capítulos románticos con otros de más acción y como dibujas los personajes. Espero con ganas el próximo.
ResponderEliminarFelicidades por tu fic.
Cristina.
Muchísimas gracias ^^ Una alegría de que te guste la historia.
Eliminarvaya escena!!!!!! genial. Que bien escribes
ResponderEliminarme alegro de que te haya gustado jeje
EliminarIntenso capítulo. Me uno a los comentarios acerca de tu buena descripción, me encantan los capítulos y cada uno se pone más y más intenso que el anterior :)
ResponderEliminarY como decía en los anteriores capítulos, a por el siguiente! :P
Muchas gracias, de verdad. No sabes la alegría que da que gusten los capis jejeje. Así una se motiva a seguir escribiendo jeje
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