Daemon
Su
barco ya estaba llegando a la costa. El viaje había sido tranquilo, sin embargo
ahora la actividad en cubierta era frenética. Habían divisado como Aegon había
descendido a lomos de su dragón, y como instantes más tarde habían oído su
rugido. Eso no podía significar nada bueno. Tenían casi la absoluta certeza de
que aquella zona sería la ideal para desembarcar, y que tendrían unas pocas de
horas para preparar a su ejército, pero si las fuerzas de alguno de los señores
ya estaban allí, lo cambiaba todo.
Visenya
y Rhaenys habían descendido inmediatamente después de oír el rugir de Balerion,
pero él, apresado en aquel barco, no podía hacer otra cosa que contemplar la
costa. Por ello, cuando llegaron a la zona de aguas poco profundas, ordenó de
inmediato a sus hombres que soltaran los botes. Y con él a la cabeza salvaron
la distancia que lo separaba de su Rey.
Por fin llegaron a la playa. Y
rápidamente divisó a su Rey y a sus hermanas. Estaban tranquilamente sentados
sobre la arena. No parecía haber señales de peligro. Los tres dragones estaban
situados más allá, jugando a lanzarse bocanadas de fuego.