martes, 16 de octubre de 2012

Capítulo 3


Rhaenys





            Por fin estaba en casa. Desde el barco veía la silueta de Rocadragón. Seis años habían pasado desde que saliese de su hogar. Su padre había aceptado sus súplicas y la había dejado recorrer Las Ciudades Libres a la tierna edad de doce años. Su pobre padre. Había tenido un mes para llorarle.

            Sus años en el este habían sido maravillosos, había conocido a un montón de gente y había podido disfrutar de multitud de costumbres. Durante estos años, había mantenido una correspondencia asidua con su hermano Aegon, no así con su hermana, pero deseaba estrecharlo entre sus brazos. Aegon era solo un muchacho de catorce años cuando se fue, ahora sería todo un hombre; y su hermana tendría ya veintidós años, esperaba que los años hubiesen sofocado sus humos.



            La sombra de Meraxes ensombreció el barco, y delicadamente el dragón se posó sobre la cubierta del barco. Ella era una Targaryen, y el modo de llegar a su hogar era montada en su dragón. Se subió, y agitó las riendas. Meraxes se lanzó hacia el cielo batiendo sus grandes alas.

            Tardó poco en alcanzar la isla, y comenzó su descenso hacia el puerto. Distinguía ya las siluetas de su comité de bienvenida. Dos pequeños puntitos rojos y negros la esperaban junto a un estandarte Targaryen.

             Aterrizó y descabalgó. Y lo vio…su hermano. ¿Era su hermano? Ante él estaba un hombre alto, guapo, fuerte, de cabellos cortos, dorados y plateados; vestido totalmente de negro y rojo. Parecía la estatua de un dios. Unos increíbles ojos violetas, sorprendidos,  la miraban. Una sonrisa encantadora iluminó su rostro. ¡Era él! Claro que era él, esa sonrisa era inconfundible.



            Ella corrió a su encuentro. Se abrazaron con fuerza.

- Cuanto te he echado de menos – susurró él a su oído. Su corazón saltaba de alegría.

- ¡Y yo! – contestó, estrechándolo aún con más fuerza.

            Se separaron y dirigió la vista hacia su hermana. Hizo intento de ir a abrazarla, pero ella se limitó a decir “Bienvenida” inclinando levemente la cabeza. Al parecer, seguía con el mismo carácter.

            Los mozos se encargaron de llevar a Meraxes a los nidos y su hermana se adelantó con la excusa de que quedaban algunos preparativos de la fiesta por terminar. Mientras, ella, recorría el resto del camino hacia el castillo a caballo, junto a su hermano. Un silencio incómodo se había apoderado de ellos, luego del estallido de emoción inicial. Ambos se encontraban un poco cohibidos, ya no eran los chiquillos que correteaban descalzos por la playa. Esperaba que seis años no hubiese sido demasiado tiempo para ellos, no era lo mimo mandar cartas al recuerdo de un hermanito, que conversar con un hombre hecho y derecho que la miraba de forma extraña.

- Bueno, ¿Qué tal todo por aquí? – dijo ella rompiendo el silencio.

- Bien, muy bien – dijo él sonriendo. Que sonrisa tenía… - Como te conté, dentro de 6 días será la coronación y la boda, y me alegra muchísimo de que hayas podido llegar a tiempo.

           ¡La boda! ¿Cómo podía haberlo olvidado? Por fin, su hermana conseguiría lo que siempre había querido, ser reina. Su hermana era altamente competitiva y ambiciosa, y ya desde pequeña lo había demostrado.

- Serás un gran rey, Aegon -  contestó a su hermano.

- Y contigo a este lado del mar, seré aún mejor – dijo él con una media sonrisa y un tono picarón.

            Ella sintió un hormigueo en el estómago. ¿A que jugaba? ¡Por los dioses! ¿Por qué no podía verlo como “su hermano”? Tan solo podía pensar en lo apuesto que se veía montando a caballo… como un mechón dorado le caía por la frente, y su sonrisa; su sonrisa y sus ojos…

          Por fin, llegaron al castillo y pasaron al jardín, donde la comida ya estaba dispuesta para los invitados. Era una fiesta más bien íntima, formada mayormente por los vasallos de su padre.

            La cena estuvo deliciosa, y la gente comenzó a despedirse. Todos fueron muy amables con ella. Ser Orys bailó con ella en unas cuantas ocasiones.

            Por fin se dispuso a irse. Su hermana ya se había ido y Aegon charlaba con Ser Orys y unos cuantos caballeros sobre política. No quería molestarlo, así que se despidió de los pocos invitados que quedaban, y sin decirle nada, subió a su habitación.

            Su habitación estaba tal como la recordaba, le encantaba. Abrió los ventanales del balcón para dejar que la luz de la luna iluminara la habitación. Desde allí, se podía ver el mar y la costa de Poniente a lo lejos. Estaba ya preparada para dormir, cuando alguien llamó a su puerta. ¿Qué extraño? ¿Quién sería a esas horas?

- Adelante – dijo levantándose y poniéndose una bata. Aegon entró.

 Hola, venía a darte las buenas noches – dijo con los ojos chispeantes.

            Se acercó, y le depositó dos suaves besos en sus mejillas. Retrocedía, cuando pareció pensárselo mejor y volvió a  besarla, esta vez, en los labios. Un beso rápido y ligero, pero que hizo que le temblasen las piernas. Sin decir nada, Aegon sonrió y salió.

            Se había quedado estupefacta – Aegon – suspiró…

4 comentarios:

  1. Ufff, ¡qué tensión a medida que me acercaba al final del capítulo! Vaya con Aegon... Por un lado se quiere casar con Visenya, pero por otro también le atrae Rhaenys... Esto se está poniendo muy, pero que muy interesante :P Espero ansiosa a por tus siguientes capítulos Kahlan, me tienes totalmente intrigada sobre lo que va a pasar :)

    Un abrazo! ;)

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  2. muchas gracias wapa :) Por un lado están las costumbres y por otro lado distinto las hormonas jaja que al parecer a Aegon le sobran xD

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  3. Creo que me he enamorado de Aegon *-*

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