Capítulo 28

Rhaenys

            Habían ganado la batalla. Pero no sin sufrir bajas. El campo de batalla estaba lleno de cadáveres amigos y enemigos. En cuanto Argilac murió el ejército defensor se deshizo. La mayoría huyeron, aquellos que se quedaron fueron hechos prisioneros.

            Estaban sentada junto a Orys en la tienda que este había mandado montar justo donde acababa el campo de batalla. Visenya sin embargo, seguía sobrevolando la fortaleza provocando terror en los defensores. Desde donde estaba sentada veía a las Hermanas Silenciosas hacerse cargo de los cadáveres ponientis, mientras que los soldados de su hermano se estaban limitando a amontar los cadáveres y quemarlos. El aire le trajo el olor de carne quemada y soltó asqueada la manzana que estaba comiendo. Orys no parecía tener problema porque estaba degustando un pollo con avidez.

            Tenía todo el cuerpo agarrotado. La armadura, que antes le pareciera ligera, no lo era ahora. Ansiaba poder quitársela y darse un buen baño. Sin pretenderlo recordó el fantástico baño que se había dado con Aegon en el campamento del Aguasnegras. Cada noche desde que se separara de él, extrañaba su presencia por las noches... No. Sacudió la cabeza. No podía pensar en él.

            En ese momento Visenya aterrizó a unos metros de allí. Vhagar fue conducido por un mozo junto al otro dragón.

- Mmm...pollo – dijo Visenya al llegar junto a ellos – Cogió un ala del pollo y se sentó junto a Rhaenys.  Mientras comía no dejaba de mirar satisfecha a su alrededor.

- Más vale que nos preparemos para un largo asedio – le dijo a Orys.

- Sí – dijo este dejando la comida. – Sus suministros les durarán meses.

           Un soldado llegó corriendo.

- Ser, mis Reinas – dijo inclinándose – Las puertas de Bastión de Tormentas se han abierto. Viene una mujer, sola.

- ¿Una mujer? – dijo Rhaenys.

-  Sí mi reina, y ...está desnuda – dijo sonriendo a Orys. Visenya soltó una carcajada.

- Si que están desesperados – dijo Orys – hasta me ofrecen putas. - Comenzó a reír también.

- ¿Quién dice que sea para vos? – soltó Visenya – Ambos rieron aún más fuerte.

            Los soldados acompañaron a la mujer hasta la tienda. Los silbidos y las palabras malsonantes llenaban el campamento. Rhaenys miró a la recién llegada. Era una muchacha muy hermosa y esbelta. Llevaba los pies y las manos encadenadas y; estaba amordazada. Como le habían informado, iba totalmente desnuda. Se fijó en su cuello y vio que llevaba una bolsa de cuero colgando.

-  Lleva algo en el cuello. Cogedlo – dijo a uno de los soldados.

            La mujer miraba con los ojos rojos y asustados hacia todos lados. El soldado dejó la bolsa en la mesa. Ser Orys la vació. Había una llave y un pequeño pergamino lacrado dirigido a Orys. Este lo abrió y leyó para sí. A medida que iba leyendo los ojos le brillaban con codicia. Terminó de leer y lo volvió a enrollar con parsimonia.

- ¿Qué dice? – preguntó Visenya ansiosa. Orys se levantó y cogió la llave. Llegó hasta la prisionera y le abrió los candados de las manos y las pies. Por último, le quitó la mordaza. La recién llegada de inmediato intentó ocultar su desnudez con las manos.

- ¿Qué demonios está pasando? – dijo Visenya levantándose. Orys se quitó la capa y envolvió con delicadeza a la muchacha.

- Mis señoras – dijo - os presento a Argella Durrendon. Mi futura esposa.