William
Se
levantó de nuevo del suelo y volvió a coger el escudo caído. Le dolían los
brazos y sentía todo el cuerpo agarrotado. Además su pierna le dolía cada vez
más desde que había empezado a entrenar. Un cojo con pretensiones de guerrero.
Esbozó una sonrisa. Qué penoso. Había sido un luchador mediocre en su juventud
cuando era sano y fuerte, así que ahora... a poco podía aspirar.
Cada
día le costaba más levantarse de la cama y ponerse la cota de malla, pero no se
podía permitir el lujo de descansar. Debía entrenar. Miró a su adversario y le
hizo una señal de aprobación. Su oponente atacó de nuevo. Esta vez duró más, e
incluso casi lo roza. Pero acabó de nuevo en el barro. Llevaba demasiados años sin combatir y estaba
oxidado y falto de ejercicio. Pero una guerra se avecinaba y Argella se merecía
que hiciese todo lo posible por protegerla. Apretó la mandíbula y aguantando el
dolor de su pierna herida se puso en pie. Su adversario, un joven caballero llamado
Sam, lo miró con cara de sorpresa.
- ¿Otra vez Will? – Deberías descansar un poco.
- No quiero descansar – dijo agarrando fuertemente la espada.
- Como quieras – dijo con cara de resignación.
Tres
veces más acabó en el suelo. Le dio las gracias a Sam por su tiempo y volvió a
su habitación. Debía asearse un poco, pues en media hora empezaba su guardia. Todas
las mañanas, a la salida del Sol, desde hacía medio mes quedaba con su amigo Sam
para entrenar. Le estaba agradecido al joven por dedicarle ese tiempo.
Terminó
de asearse y vestirse y subió hacia los aposentos de Argella para relevar al
guardia de por la noche. Dobló el recodo del pasillo, y Argella ya estaba saliendo de la
habitación. Estaba guapísima recién levantada. Le saludo con un guiño de ojo disimulado.
El corazón le dio un vuelco.
- Buenos días mi señora – dijo en tono solemne.
- William – dijo ella con desgana. Esperó hasta que el guardia
se marchó y entonces le dio un abrazo. – Mi Will – dijo mientras lo abrazaba. El corazón le dio otro vuelco - ¿Qué tal has pasado la noche?
- Muy bien – mintió. Los dolores de la pierna no lo habían
dejado dormir.
- ¿Seguro? – dijo ella mirándolo con perspicacia. – Pareces cansado.
– Se limitó a sonreírle, pero no contestó.
- Está bien, como quieras – dijo ella riendo – Ven, pasa – dijo
cogiéndolo del brazo – acaban de traerme el desayuno.
- Argella, esa es tu alcoba...si alguien...
- ¡Como si fuera la primera vez que entras! – dijo soltando una
carcajada. – No hay nadie aquí.
- Está bien – dijo siguiéndola. ¿Cómo podía decirle que no?
Dentro,
la alcoba estaba iluminada por la luz de los balcones y la mesa estaba repleta
de comida. Echó una miradita a la gran cama. Un pensamiento recorrió su mente.
Era un maldito pervertido. Se sentó en la mesa y Argella comenzó a comer. Él
había perdido el apetito.
- Dime, Will – dijo al cabo de un rato - ¿Qué nuevas hay de la
guerra?
- No debes preocuparte por esas cosas.
- ¡Vamos Will! No soy una niña.
- Lo sé – dijo sombrío.
- Merezco saber que pasa – le agarró la mano – Por favor – dijo
suplicante. La miró y sonrió. No podía negarle nada.
- Aegon y la mitad de su ejército aguarda en el Aguasnegras –
comenzó – El resto de su ejército comandado por Orys Baratheon se dirige hacia
el Sur. Visenya y Rhaenys lo acompañan. – Argella se puso seria.
- ¿Vienen hacía aquí? – dijo en tono preocupado.
- Lo más seguro – dijo asintiendo.
- Y... ¿ y ellas traen a los dra... ?– dijo incapaz de terminar
la pregunta.
- Dragones. Sí.
- ¡Por los Siete! – dijo quedándose pálida.
- No debería haberte dicho nada.
- No te preocupes. Además, es mejor saber. Aunque sean malas noticias. De repente necesito aire fresco – dijo levantándose.
- Demos un paseo – dijo cediéndole el paso hacia la puerta.
Bajaron
las escaleras y accedieron al vestíbulo de la planta inferior. Había un gran
bullicio por todos lados, pese a ser tan temprano. Era lo que tocaba en tiempos
de guerra. Divisaron al Rey hablando con su padre, justo al otro lado del
amplio vestíbulo. Justo delante de la puerta de la Cámara del Consejo.
En
ese preciso momento un soldado llegó corriendo y atravesó a duras penas el
gentío, gritando “Déjenme pasar. Déjenme pasar”. Corrió hasta situarse frente a
su Rey. El soldado se arrodilló y su voz resonó en las paredes de la estancia
ahora en silencio.
- Una carta su alteza. Acaba de llegar.
Argilac le arrancó la carta de las manos y la
abrió con gran rapidez. Leyó para sí, mientras todos los presentes aguantaban
la respiración. Una sonrisa comenzó a dibujarse en su cara a medida que
leía. Alzó la cabeza de la lectura, con una gran sonrisa triunfal.
Bien, ya sabemos a quién iba dirigida la carta, pero seguimos sin saber qué pone ni quién la ha mandado xD
ResponderEliminarMe cae bien este William, y a la vez me da penica. Espero que no sufra mucho, que un fanfic nunca se sabe lo que puede pasar.
Qué ganas de que llegue Orys a Bastión >_<
Gracias por comentar ^^
EliminarOrys is coming y se va a liar!! jeje ^^
Yo también tengo ganas de que Orys llegue :) A esperar el próximo :D
ResponderEliminaradajkhdkah ^^
EliminarMuy bueno soy Mayte un abrazo María
ResponderEliminarMuy bueno este capítulo, Kahlan, me pregunto qué va a pasar ahora, en especial con ese Orys en medio de la ecuación, jajaja :P
ResponderEliminarBesos
Gracias por pasaros y comentar xicas ^^
ResponderEliminarJejje ya sabes que me confundo con tantos personajes pero me encanta el misterio que manejas, seguro esa traición hará que se incline la balanza en la guerra, ya quiero saber quién es. Ah si me encantó William y la relación que lleva con Argella, besotes Kahan.
ResponderEliminarGracias por pasarte ^^ :P Me alegro de que te vaya intrigando :P
Eliminar(Es verdad lo que me dijiste en el capítulo anterior, no lo pensé siquiera jajaja). Vale ahora ya sabemos para quién era la carta, hmmmmmm, pero ¿¿qué pone?? ¡Quiero saber más! me está gustando mucho cómo se va desarrollando ;)
ResponderEliminarCristina
Muchas gracias ^^ Me alegro de que te intrigue la carta jeje
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